Y después de esos debrayes filosóficos de tocador o café...
Resta hablar de lo que hace dos días quería hablar.
Todo mundo tiene una mitología personal, dentro de la global mitologia del self made man.
Algo a todo mundo nos hizo definir el camino que tomamos en la vida.
El principal culpable de que yo adore la ciencia ficción, es, para mí, de manera innegable, la llegada del hombre a la luna.
Y hoy, a las 4:17 pm, tiempo del este, se cumplen 34 años de que un trasto cargado con tres humanos, pusiera las patas por primera vez en la superficie lunar.
Así, desprovisto de poesía y cargado con innumerables dudas producto de las teorías de conspiración, es como se ve a este evento.
Hoy, ya nadie (o casi nadie) se preocupa por seguir los pasos que algunas organizaciones humanas dan para extender los límites de la frontera humana.
Hoy, demasiado racionales (ojalá y fuera cierto), demasiado economistas, demasiado mundanos, lo único que parece importar es la vida en la tierra, sin dioses y sin sueños.
Y eso que ya no es, es lo que para mí fue mirar a mis escasos tres años los pasos artificiales, ridículos, de los primeros hombres recorriendo ese desierto gris.
La vida no se restringía más a mi pequeña ciudad natal. Tampoco al mundo.
Las estrellas eran nuestro destino.
Y hoy las que brillan son sólo las del canal de las estrellas.
Terrible y cotidiano.
Podría escribir más. En contra de esta inercia, de esta cultura que apaga los sueños y nos sitúa en una nueva edad media.
Podría... Pero creo que prefiero hacerlo, ahora sí, a manera de ficción.
Pero para los que aún sueñan, no estaría nada mal que abrieran una botella de vino y festejaran ese gran paso de la humanidad.
Aunque a Kennedy no le hubiera importado otra cosa que su carrera política, que su lucha contra la URSS.
Aunque las fotos de ese entonces parescan menos verosímiles que un papel tapiz hecho en cualquier programa de diseño gráfico.
Aunque Marte siga sin ser Barsoom, sin tener princesas bellas.
Y va un vínculo para que recuerdes o conozcas:
34 aniversario del Apolo 11
Resta hablar de lo que hace dos días quería hablar.
Todo mundo tiene una mitología personal, dentro de la global mitologia del self made man.
Algo a todo mundo nos hizo definir el camino que tomamos en la vida.
El principal culpable de que yo adore la ciencia ficción, es, para mí, de manera innegable, la llegada del hombre a la luna.
Y hoy, a las 4:17 pm, tiempo del este, se cumplen 34 años de que un trasto cargado con tres humanos, pusiera las patas por primera vez en la superficie lunar.
Así, desprovisto de poesía y cargado con innumerables dudas producto de las teorías de conspiración, es como se ve a este evento.
Hoy, ya nadie (o casi nadie) se preocupa por seguir los pasos que algunas organizaciones humanas dan para extender los límites de la frontera humana.
Hoy, demasiado racionales (ojalá y fuera cierto), demasiado economistas, demasiado mundanos, lo único que parece importar es la vida en la tierra, sin dioses y sin sueños.
Y eso que ya no es, es lo que para mí fue mirar a mis escasos tres años los pasos artificiales, ridículos, de los primeros hombres recorriendo ese desierto gris.
La vida no se restringía más a mi pequeña ciudad natal. Tampoco al mundo.
Las estrellas eran nuestro destino.
Y hoy las que brillan son sólo las del canal de las estrellas.
Terrible y cotidiano.
Podría escribir más. En contra de esta inercia, de esta cultura que apaga los sueños y nos sitúa en una nueva edad media.
Podría... Pero creo que prefiero hacerlo, ahora sí, a manera de ficción.
Pero para los que aún sueñan, no estaría nada mal que abrieran una botella de vino y festejaran ese gran paso de la humanidad.
Aunque a Kennedy no le hubiera importado otra cosa que su carrera política, que su lucha contra la URSS.
Aunque las fotos de ese entonces parescan menos verosímiles que un papel tapiz hecho en cualquier programa de diseño gráfico.
Aunque Marte siga sin ser Barsoom, sin tener princesas bellas.
Y va un vínculo para que recuerdes o conozcas:
34 aniversario del Apolo 11
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