Y ahora he de explicarme. ¿México DF, cuando ando exiliado en Morelos?
La razón, una abierta invitación de CONACULTA para asistir al homenaje a los 100 años del natalicio de Xavier Villaurrutia.
Los tratos cortos. Las decisiones, inmediatas, a las 4 de la tarde me embarcaba en un Pullman con destino al DF y al Palacio de las Bellas Artes. A un evento que esperaba mucho más cálido y entrañable. Más poéticamente musical, que musicalmente poético.
El programa: poemas acompañados con música o fusionados con ella.
He de confesar que me emocionó, sobre todo en la versón sinfónica. Hasta ese momento pude recordar cuan bien se siente asistir a esa única buena cosa que nos dejó Porfirio Díaz, esa sala enorme, apabullante, plagada de violinistas y notas sublimes...
Yo dejé de residir en el DF a finales del 85, y creo que desde ese año jamás había vuelto a pisar por motivos sinfónicos ese foro.
Ahora eran motivos poéticos. Y eso me fascina aún más.
El permanente eco de los nocturnos de Villaurrutia, llevándome al reencuentro con el éxtasis de un concierto.
Hubiera preferido algo más clásico. Un poco de Brahms, Bethoven... Y no Moncayo... Pero, hasta eso -santas coincidencias y similitudes, Batman-, esos pocos acordes de absoluta fascinación me han hecho volver a desear estar otra vez en el arrebato de un buen allegro...
Y porque no tengo mis libros de Villaurrutia a la mano, y porque merece la pena que si no lo conocen, lo prueben, va este link:
Nocturno en que nada se oye
Y este Otro:
Nocturno Amor
La razón, una abierta invitación de CONACULTA para asistir al homenaje a los 100 años del natalicio de Xavier Villaurrutia.
Los tratos cortos. Las decisiones, inmediatas, a las 4 de la tarde me embarcaba en un Pullman con destino al DF y al Palacio de las Bellas Artes. A un evento que esperaba mucho más cálido y entrañable. Más poéticamente musical, que musicalmente poético.
El programa: poemas acompañados con música o fusionados con ella.
He de confesar que me emocionó, sobre todo en la versón sinfónica. Hasta ese momento pude recordar cuan bien se siente asistir a esa única buena cosa que nos dejó Porfirio Díaz, esa sala enorme, apabullante, plagada de violinistas y notas sublimes...
Yo dejé de residir en el DF a finales del 85, y creo que desde ese año jamás había vuelto a pisar por motivos sinfónicos ese foro.
Ahora eran motivos poéticos. Y eso me fascina aún más.
El permanente eco de los nocturnos de Villaurrutia, llevándome al reencuentro con el éxtasis de un concierto.
Hubiera preferido algo más clásico. Un poco de Brahms, Bethoven... Y no Moncayo... Pero, hasta eso -santas coincidencias y similitudes, Batman-, esos pocos acordes de absoluta fascinación me han hecho volver a desear estar otra vez en el arrebato de un buen allegro...
Y porque no tengo mis libros de Villaurrutia a la mano, y porque merece la pena que si no lo conocen, lo prueben, va este link:
Nocturno en que nada se oye
Y este Otro:
Nocturno Amor
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