Y La de un pirata es la vida mejor, se vive sin trabajar. Cuando uno se queda con una sirena, se queda en el fondo del mar.
La frase es de la traducción de una rola incluida en el clásico Disney de Peter Pan. Película cuya narración escuché en un LP de 33.5 rpm, dibujos que observé en multiples adaptaciones a comics --hasta los cromos oficiales--, pero que nunca ví a manera de película.
Lo cual agrega y quita a la vez autoridad a todo lo que yo pudiera decir sobre ella. Agrega porque la sola ilustración de Peter Pan cosiéndose su propia sombra a los pies es algo que he arrastrado durante décadas, milenios... Arrastrado en un sentido lato. Llano del termino.
Cuando te encanta lo fantastico, a veces es mejor lo que el rabillo del ojo te sugiere. Desde ahí, los argumentos pueden crecer, las ideas volverse colosos extremos, imparables desde muchos puntos de vista.
Yo no lo entendí en su momento. Odiaba, aún niño, no poder mirar el completo relato --también Disney-- de La bella durmiente, por las escenas que en tele insistían en pasar del enfrentamiento de el caballero con el dragón.
Cuando al fin pude ver esa película, era demasiado tarde. Quizás por la edad. Quizás porque ya escribía, o tan solo porque me seguirá siendo más poético lo que yo podía imaginar de ese enfrentamiento dragonil...
No he visto Peter Pan. No la película Disney. La he recreado de muchas maneras en mi mente, a partir de esas narraciones escuchadas desde un acetato.
Y no la quiero ver.
Porque adoro las historias de piratas. Aunque no recuerde ninguna de las películas que en mi infancia dieron en la tele. Aunque la Isla del tesoro la escuchara de labios de mi madre y no me gastara la vista en seguirla... Aunque ya no cargue anillos de calavera.
Pero cargo aún la vieja arracada en la oreja izquierda y el cabello largo que cuelga hasta un poco más allá del principio de los hombros. Y sigo adorando esas historias...
Lo cual quizás explique por qué me encantó tanto The black pearl.
Lo cual también justifica que no haga exegesis aquí de esa nueva obra del séptimo arte.
Lo cual tampoco explica en definitiva por qué siempre me gustaron tanto las historias de piratas.
Si pudiera recordar la frase exacta, la citaría. La dice Jack Sparrow (segunda actuación para mí convincente y no olvidable de Johnny Deep --la primera fue en Hombre muerto--). Y puedo, en lugar de citarla, resumirla: se es pirata por la libertad que esa condición te proporciona.
Y quizás desde los atuendos que el cine --y los mass media, porque yo no conozco a piratas, ni siquiera computacionales (no verdaderos, aunque si a un autoproclamado hacker que además ya cumplió sentencia y ahora es escritor)-- la figura me resultó siempre seductora: hombres alejados de la moda. Hombres que caminan con otra vision de lo que es la vida...
Larga elipsis para decir nada.
El viernes vi esa película, con Zárate. Y después leí una de las nuevas producciones de éste último... Y platicamos y platicamos...
Sobre nada. Sobre todo.
Mientras la atmosfera de mi propia libertad me iba cada vez cobijando más.
A veces la libertad es un símbolo. A veces un estado de ánimo. A veces un ambiente.
Yo creo que es una condición psicológica. Una meta que te mantiene en perpetua lucha.
Una que seguirá marcando sendas...
La frase es de la traducción de una rola incluida en el clásico Disney de Peter Pan. Película cuya narración escuché en un LP de 33.5 rpm, dibujos que observé en multiples adaptaciones a comics --hasta los cromos oficiales--, pero que nunca ví a manera de película.
Lo cual agrega y quita a la vez autoridad a todo lo que yo pudiera decir sobre ella. Agrega porque la sola ilustración de Peter Pan cosiéndose su propia sombra a los pies es algo que he arrastrado durante décadas, milenios... Arrastrado en un sentido lato. Llano del termino.
Cuando te encanta lo fantastico, a veces es mejor lo que el rabillo del ojo te sugiere. Desde ahí, los argumentos pueden crecer, las ideas volverse colosos extremos, imparables desde muchos puntos de vista.
Yo no lo entendí en su momento. Odiaba, aún niño, no poder mirar el completo relato --también Disney-- de La bella durmiente, por las escenas que en tele insistían en pasar del enfrentamiento de el caballero con el dragón.
Cuando al fin pude ver esa película, era demasiado tarde. Quizás por la edad. Quizás porque ya escribía, o tan solo porque me seguirá siendo más poético lo que yo podía imaginar de ese enfrentamiento dragonil...
No he visto Peter Pan. No la película Disney. La he recreado de muchas maneras en mi mente, a partir de esas narraciones escuchadas desde un acetato.
Y no la quiero ver.
Porque adoro las historias de piratas. Aunque no recuerde ninguna de las películas que en mi infancia dieron en la tele. Aunque la Isla del tesoro la escuchara de labios de mi madre y no me gastara la vista en seguirla... Aunque ya no cargue anillos de calavera.
Pero cargo aún la vieja arracada en la oreja izquierda y el cabello largo que cuelga hasta un poco más allá del principio de los hombros. Y sigo adorando esas historias...
Lo cual quizás explique por qué me encantó tanto The black pearl.
Lo cual también justifica que no haga exegesis aquí de esa nueva obra del séptimo arte.
Lo cual tampoco explica en definitiva por qué siempre me gustaron tanto las historias de piratas.
Si pudiera recordar la frase exacta, la citaría. La dice Jack Sparrow (segunda actuación para mí convincente y no olvidable de Johnny Deep --la primera fue en Hombre muerto--). Y puedo, en lugar de citarla, resumirla: se es pirata por la libertad que esa condición te proporciona.
Y quizás desde los atuendos que el cine --y los mass media, porque yo no conozco a piratas, ni siquiera computacionales (no verdaderos, aunque si a un autoproclamado hacker que además ya cumplió sentencia y ahora es escritor)-- la figura me resultó siempre seductora: hombres alejados de la moda. Hombres que caminan con otra vision de lo que es la vida...
Larga elipsis para decir nada.
El viernes vi esa película, con Zárate. Y después leí una de las nuevas producciones de éste último... Y platicamos y platicamos...
Sobre nada. Sobre todo.
Mientras la atmosfera de mi propia libertad me iba cada vez cobijando más.
A veces la libertad es un símbolo. A veces un estado de ánimo. A veces un ambiente.
Yo creo que es una condición psicológica. Una meta que te mantiene en perpetua lucha.
Una que seguirá marcando sendas...
Comentarios