confabulaciones digitales
Bifurcación
Y hace ya unos días, por no decir meses, que la historia pareció confabularse contra mis ánimos de detener el tiempo, de robarle, parlizarle segmentos en nitrato de plata.
Poseía (poseo, aún) una cámara reflex de los setentas, una que me acompañó a lo largo de cursos, días, experimentos, juegos no siempre fructíferos pero sí bastante caros. Y hace cosa de un año, al fin se declaró en huelga el fotómetro y no he podido arreglarlo. Poco despues mi sobrino llevo ya no una pentax, como la mía, sino una canon que de inmediato, tras el primer rollo tomado, también decidió jubilarse... Resultado, cero fotos de esos días, porque mis instamatic se jubilaron solitas antes... Total, un desastre... Total, como mi vida acontesía más en virtual, nada, no me importó, pero a mi alrededor empezaron a relucir cámaras digitales... Y yo, encontrando mil peros, mil pretextos... No sé por qué, pero a cada rato me da el síndrome del anciano, ese pensar que los métodos analógicos siempre son mejores. O sólo quedarme enamorado de ellos... No lo sé, me pasó con la máquina de escribir. Primero Juan H. Luna y luego Zárate, decidieron entrar a lo digital sin más preámbulos, sin espera: decidieron comprar la primera Atari que ya podía tener procesador de palabras, creo que era el 5200 y creo que corría el año de 1988. Yo me negué, farfullé, me quejé, quizá hasta los acusé de traición... Es decir, adoraba mi Atari 2600, pero repudiaba que en la labor de escritura no pudieras romper las hojas con ese gesto de escritor hollywodense... Me bastó usar un rato la máquina de Zárate para convencerme. Pero fue hasta diciembre de 1989 que la primera XT entrara a mi casa y me abriera las maravillas de la corrección instantánea, el soslayar las múltiples pasadas en limpio de las versiones, siempre tachoneadas de mis originales cuentos. Originales por ser producidos por mí, no por otra razón...
Y al tener a ese primitivo monstruo, los escritos se multiplicaron, las ganas de ponerme a tipear, a hechar a perder pantallas enteras sin que pasara mayor cosa, sin tener que gastar en papel, sin desperdiciar más papel, ni copias al carbón.
El monstruo tenía un maravilloso disco duro de 20 MB al que no solo el vendedor real, sino algunos prospectos de vendedores, habían calificado como un desperdicio no sólo de dinero, también de espacio: "veinte megas jamás los vas a llenar", aseguraron, "te basta y sobra con los diskettes de 5.1/4. Pero yo andaba de terco. Y de snob o, como se dice en estas cálidas tierras, de presumido: con esa compra dejaba atrás a Juan y a Zárate, quienes grababan sus archivos aún en casetes de audio, comunes y corrientes, de sesenta minutos.
Ah... los viejos, viejísimos tiempos... Si suena a información del precámbrico, es que no me vieron programar fortram con tarjetas perforadas en las viejísimas y famosísimas Univac que tenía (no sé si conserva) el IPN, cuando estudiaba ingeniería química, cuando añoraba sólo leer y escribir...
La XT entró a casa y me permitió en verdad trabajar, en verdad evolucionar. La idea de no tener que volver a pasar en limpio las cosas me hacia escribir sin miedos. Me hizo escribir los primeros y verdaderos cuentos. Después, cosa de dos o tres años, llegó la AT, ya con 100 MB en disco duro. Ya con monitor a color. Y esa ha sido la heroína de 1000 batallas. Aún ahora, de vez en cuando la enciendo y me pongo a escribir en ella. Es una Technart a la que ni siquiera he tenido que cambiarle el teclado. En ella escribí La Primera Calle de la Soledad, gran parte de Ciudad Espejo, Ciudad Niebla, mis cuentos premiados y toda, completita, mi novela folletin de CF: Las Sentencias de la Oscuridad. La Primera Calle... la empecé en otra máquina, tras mi primera visita a Monterrey. Era una Macintosh Clasic. Una que mi primo aún conserva. Escribí dos capítulos. Casi todo el resto en la AT. Y digo casi porque se enfermó por un rato y hubo cinco capítulos que me aventé en la Letrera 32, mientras esperaba que Ubik (¿de qué otra manera podía llamarse esta AT?), saliera del hospital...
Desde entonces no he cambiado mucho de máquina. En Puebla conservo una Pentium S, aquí, en Jojutla, una Pentium 4.
Y de todas aún sigo prefiriendo mi AT. Ahí no me distraía, no jugaba, sólo escribía, como ahora lo hago, gracias a la Niña Murciélago (http://cangrejo.u2mansion.com/) que practicamente me la regaló, en mi Power Book 1400cs.
Pero no era de eso de lo que iba a hablar, sino de la foto. De mis fotos y lo que ustedes habrán de soportar de ahora en adelante.
Todo mundo empezaba a tener pues su cámara digital. Todo mundo sin preocuparse de los precios, hasta que apareció una oferta. Y pude comprar una muy sencilla. En exceso sencilla, que además tiene error en el visor paralelo y hay que andarle calculando cómo sacas las fotos. El día en que la inauguré, en que la compré y usé por vez primera, nos detuvimos en un crucero bastante famoso en estas latitudes: el que conduce a Tequesquitengo.
Y parado ahí, empecé a pensar en este post. Por eso saqué la foto. Un camino que se bifurca. Acabo de abandonar (de alguna manera) lo analógico también en la foto. Y los resultados no me agradan del todo. Claro, hay algo que sí: lo barato que sale la opción digital.
Añoro el nitrato de plata. Y no hace mucho, platicando con mi maestro de foto, él aseguraba que con los cambios (se está dejando de producir papel y químicos para revelado), la foto blanco y negro se volvería más artesanal, casi alquímica.
No sé si me pase como con la escritura. Sé algo: no soy fotografo. Y aquí hay fotos para demostrarlo... Las consecuencias no serán semejantes... Para nada... O eso creo, aunque me permitirán jugar, disparar más veces sin más temor a no poder revelar e imprimir los rollos... Sin temor a echarlas a perder con modificaciones, alteraciones a posteriori...
En contraste, quizá ahora tengan ustedes más datos gráficos, más descansos visuales en este blog.
No sé si eso sea bueno o malo. Sólo es. Una senda nueva. Otro camino que se bifurca...
See ya soon, you people behind the screen.
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