más letras Gorodischer

Historia de mi madre

Y en esas investigaciones y gracias a la Dra. Aída Gambetta, puedo ahora compartirles algo de un libro de Gorodischer del que apenas encontré referencias en esta completa telaraña mundial cibernética.
No hacen falta presentaciones, va...
Historia de mi madre
Garopaba, jueves 30 de marzo, 2000(fragmento)
Yo voy a ser escritora, dije. Tenía siete años y creía que ser escritora era contarle cosas maravillosas a la gente. No me equivocaba.
Pero durante mucho, muchísimo tiempo, fui no escritora sino lectora. Una lectora omnívora e impaciente. Leía de todo, lo que había en mi casa, lo que conseguía que alguien me prestara, lo que había en la biblioteca de la escuela, lo que podía comprar al fiado y que después de terribles reprimendas mi padre pagaba. Leía basura, libros geniales, los clásicos, novelas rosas pour jeunes filles, libros que me habían prohibido, los grandes novelistas rusos, cuentos de hadas, historietas, los libros de lectura de la escuela, los españoles del siglo XIX, pornografía, el siglo de oro, teatro, ensayos, los diarios, revistas estúpidas, libros policiales, vidas de santos, lo que viniera y todo mezclado.
Leía apurada, casi sin masticar, saltando, corriendo entre las páginas, en el tranvía, en la calle, en la escuela, en casa, viajando, de día, de noche (¡M'hijita apague de una vez esa luz que son las dos de la mañana!), a la siesta, en verano, en invierno, como si me fuera en eso la vida.
Me iba en eso la vida: se me hacía tarde, se iban los años, yo estudiaba, aprendía inglés, me casaba, tenía hijos, estudiaba francés, trabajaba, leía, leía, me acordaba de que quería ser escritora y no sabía que ya lo era, que toda esa lectura era parte de mi tarea de escribir.
Lo he contado muchas veces: a los treinta años, con un marido, tres hijos chicos, una casa, un empleo fuera de casa, un día me senté a escribir una novela y la escribí y por supuesto era un engendro insoportable y yo lo sabía o mejor, lo iba averiguando a medida que la escribía pero la terminé, la tiré a la basura y empecé otra. Que fue un poco mejor que la anterior pero todavía una porquería. No la terminé y la tiré a la basura.
Escribí un montón de cuentos policiales porque entre todo auqello que yo leía, leía, leía, las novelas policiales estaban entre lo que más me gustaba: la intriga, el misterio, lo que no se sabe y ni siquiera se sabe si se podrá averiguar algún día, la emoción garganta abajo cuando se va llegando al final, la resistida tentación de leer la última página y saber quien fue. Esos pobres cuentos tal vez no eran del todo malos pero tampoco eran buenos ni mucho menos simplemente porque yo no sabía cómo plantear un enigma y hacerlo perfecto. Me apuraba, quería llegar rápidamente al final, como cuando leía, y ese final al que llegaba era imperfecto, cosa imperdonable en un cuento policial. No sé a donde están, deben andar por ahí y si algún día los encuentro por supuesto que los voy a tirar a la basura.
Y un día escribí un cuento que no era malo, nada malo, y con ese cuento gané un concurso y me envalentoné.
De lo que hice después no vale la pena hablar. Si alguien quiere leer mis libros, yo, agradecida. Pero de lo que sí quiero hablar es de eso, de escribir cuentos, porque durante mucho tiempo fue eso lo que hice. Yo era escritora, ya lo era; era narradora, era cuentista (lo sigo siendo aunque ahora escriba tanto novelas como cuentos) y amaba a mis colegas (nótese la soberbia), amaba a Guy de Maupassant, a Willa Carther, a Anton Chejov, a Edgar Allan Poe, a Katherine Mansfield, a Fray Mocho, a Horacio Quiroga, a Roberto Arlt y por supuesto a Jorge Luis Borges.
Pero es que para escribir cuentos yo necesito sentirme soberbia. Personalizo porque esto, como todo lo que estoy contando aquí, es lo que me pasa a mí, lo que he experimentado yo, lo que he aprendido, lo que creo que sé, lo que me hace falta, lo que espero, lo que pongo en práctica.
Angélica Gorodischer. Historia de mi madre. Emecé Editores S.A., Col. Cruz del sur, BsAs, 2004.
Y podría seguir transcribiendo, pero sólo es para abrirles el apetito, para acercarlos a como empezó a escribir una de mis escritoras favoritas.
Si quieren seguir leyendo, los datos ya están allí...
See ya later, you people behind the screen...
Comentarios