circuitos, periferias y una boda
Y ya, para variar, estaba a punto de salir de la red sin postear. Esta vez los demiurgos parecían sugerir olvidos de cuentas y claves; pero al final estoy aquí.
Tras días y más días sin bloggear; tras intentos de narrar lo que en estos circuitos de cotidianeidad va resaltando, destellando, conformando una nueva visión, otra carta de marea para otros horizontes.
Cosas, han pasado un montón...
Aunque no como las preveía. En algún post pasado sugería que septiembre prometía traer eventos grandes, frentes nubosos que presagiaban un cambio drástico y favorable en el clima. Era más sencillo. Era que simple y sencillamente mis circuitos, mi cableado a los perifericos de esta carne ha sido renovado y ya puedo experimentar las cosas con esa frescura, esa sorpresa que me caracterizaba hacia finales de los ochentas. Ya hay otra energía pululando estas venas, estos miembros que ya no parecen gastados. El origen, ya lo saben: las alquimias de la Lobita.
Y supongo que estas magias de pareja me hacian, inconscientemente, esperar que una renovación semejante entrara al grupo de la CF.
Hubo esa presentación de la revista Blanco Móvil #93 en el Centro Nacional de las Artes, hubo encuentro... Y desencuentro. Ya no somos los mismos de antes. Eso queda más que claro. Lo que no sé es si yo soy el único que mira con nostalgia esos tiempos.
Nos reunimos para presentar la revista, para platicar. No para proponer nuevos eventos u otras estrategias de resurección. Pero nos reunimos. Y la revista está.
Quizá ya no somos ese grupo. Sólo somos escritores, con otras perspectivas, pero que no cejan... En la escritura, ni en la vida...
Este sábado, la Lobita y yo volvimos a encontrar a una parte de ese grupo, en la boda de Chimal. Dios, hacía siglos que no asistía a una; menos a una de un amigo.
Y todo bien. Platicas, remembrarzas, viejos y nuevos ritos.
Al final Zárate sintetizó el evento: "habrá que ver qué tipo de racha de casamientos provoca esta boda". Porque algo así pasó en tiempos anteriores, cuando Zárate se animó a matrimoniarse, porque quizá también Zárate saca archivos de la nostalgia y espera la restauración de esos tiempos en que la ciencia ficción nacional era una verdadera promesa, en que su futuro parecía brillante...
Y no es que se nos hayan acabado los ímpetus, las ideas o el amor por el género... Es que ya no somos un grupo, como tal (y queda la incomoda sensación de que quizás nunca lo fuimos); por más que ahora exista una Asociación Mexicana de Ciencia-Ficción y Fantasía (AMCyF), por más que haya listas de correo, páginas web personales, un monton de blogs y gente que escribe fuera del ámbito internet.
En todo caso creo que lo que extrañamos es esa aura de movimiento literario. Esa sensación de que se trabaja por un fin y un prestigio comunes, aunque al fondo de las propias mentes sepamos que esa es una entelequia, una idea románticamente adornada.
La historia lo ha demostrado en distintas ocasiones. Todo movimiento, toda corriente literaria es artificial. Es quizá también producto del marqueting...
Y sin embargo, sigue quedando la cosquillita, la sensación de que esa idea no debiera ser sólo un ideal... Pero por ahora lo es...
Y seguimos aquí, cada quien escribiendo por su lado. Cada quien tratando de sacar adelante los proyectos locos, dementes, arrebatados o politicamente correctos que nos buyen en el cerebro...
Mientras tanto, vivimos. Vivimos y escribimos...
La respuesta sobre el futuro, aún en el aire. En las mentes, las relaciones de los otros.
La respuesta sobre el grupo y la Ciencia Ficción... pareciera estar ahí, a la vuelta de un pensamiento, una idea feliz, el mejor cuento que leemos de nuestros compañeros de viaje... Pareciera... Pero no quiero adelantar juicios.
La Lobita y yo completamos el circuito de viaje con una vuelta a Jojutla, a la celebración de un cumpleaños paternal y luego la vuelta a Puebla; a desvelos y dormidas en camión. A este rumbo, esta ruta que juntos caminamos... y no queremos dejar atrás.
See ya soon...
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