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el asalto de diciembre

Y no, afortunadamente no es una historia de robos y crímenes callejeros en esta ciudad de ángeles petrificados. Se trata de algo, completamente distinto. Más simple, más cotidiano.
Hablo del tiempo, del paso vertiginoso, ahora sí, de los días. Hablo de que en algún momento se me escaparon los días de octubre y noviembre. Y que hace un par de días desperté, en más de un sentido, desperté a este diciembre de cursos que se cierran, de tiendas repletas de luces y esferas, de villancicos en grabaciones infantiles mientras ando en cacería de libros.
Y el despertar no es molesto. No es desagradable como suele ser diciembre con su carga mercantil y sentimientos hipocritamente implantados.
No, para nada. Supongo que tenía rato en que la Navidad me era indiferente. Y digo indiferente porque ya no me emociona como en la infancia; pero a cambio tampoco me hace desear vomitar.
Fue un despertar molesto porque hay un montón de trabajos que ya debería haber terminado y que siguen en proceso. Inconclusos.
Despierto también a este blog poco frecuentado. Pero no, no haré promesas...
A cambio, también, hay unas ganas tremendas de seguir aporreando el teclado. De simplemente escribir y recorrer calles y vivir... Sólo vivir.

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