influjos del cuadrante del caos
Y sigo, continúo aporreando el teclado, luchando por abrirme espacio para seguir en un mismo flujo, pese a las múltiples distracciones, responsabilidades, todas esas cosas.
Ya lo decía en un post anterior, de pronto, entre toda esa vorágine caótica en que se había transformado mi vida, he perdido la noción exacta de cómo se desarrollaron las anteriores novelas. El óxido va cayendo poco a poco, pero queda la sensación de no recuperar mi antigua velocidad de escritura.
En ese tiempo de caos, nada emergía del todo. Empezaba proyectos cuya idea global quedó en las neuronas. Y casi nada más. Ideas de novela, páginas escritas y avances de investigación que no superaron la etapa crisálida y que ahora tengo que reconstruir de otra manera. Es terrible a veces lo que puede hacerle el dolor a tu historia personal, a tu oficio. A tu misma memoria.
Pero, afortunadamente, aunque casi siempre pierdo las plumas, aunque las libretas sean múltiples, casi siempre termino apuntando mis ideas, anotando las sorpresas que los libros me van brindando. Lo terrible, de pronto, es recordar cuando fue copiado tal o cual texto, las circunstancias aproximadas, pero no el libro. Releer es revivir esos tiempos y colegir caminos. Reencontrar la magnitud del proyecto, aunque ahora ya luzca madurado, por otras vías, pero en la misma ruta. Hoy por la mañana no pretendía recorrer ese cúmulo de cuadernos a medio llenar, pero al tratar de escribir un capítulo, me encontré con la duda de una cita. Y a volver a lo manuscrito.
De entre esas exploraciones hay una que me sorprendió sobremanera. Y digo sobremanera, porque aunque en la maestría que cursé en la Ibero, se puso muy de moda Clarise Lispector, debo reconocer que primero me negué a leerla por ser una moda; luego, que no recuerdo cuando fue copiado. Sé que no terminé la lectura. Ahora deberé sacar pronto de la biblioteca ese volumen y acabarlo. Pero creo necesario compartir la cita:
Ayer, sin embargo, perdí durante horas y horas mi montaje humano. Si tuviese valor me dejaría seguir perdida. Pero temo lo que es nuevo y temo vivir lo que no entiendo; quiero siempre tener la garantía de, al menos, pensar que entiendo, no sé entregarme a la desorientación. ¿Cómo explicar que mi mayor miedo sea el de ir viviendo lo que vaya sucediendo? ¿Cómo explicar que no soporte yo ver, sólo porque la vida no es la que pensaba sino otra?, ¡cómo si antes hubiese sabido lo que era! ¿Por qué el ver produce una desorganización tal?
Y una desilusión. Pero desilusión, ¿de qué? ¿Si, sin ni siquiera sentir, yo soportaría mal mi organización apenas construida? Tal vez la desilusión sea el miedo a no pertenecer más a un sistema.
Clarice Lispector
La pasión según G.H.
Algo sí recuerdo. Empecé a anotar la cita porque me pareció que definía la desorientación que siente la gente no afecta a la CF (cuando se enfrenta a una obra de este género), pero sí afecta a la literatura. Y digo "me pareció", porque ahora que la transcribo descubro el problema tras las palabras, y el porqué no seguí leyendo. La cita define muy bien esa pausa de vida tras un amplio dolor, esa estaticidad a que te obligas cuando todo futuro luce gris y traicionero. En otras palabras, creo que dejé de leer esa novela de Clarise porque llegaba demasiado hondo. Y si a eso le agregan el título: "La pasión según G.H." -como en G.H. Porcayo-, creo que la cosa quedará más clara.
Que yo recuerde sólo El Palacio de la Luna de Paul Auster, produjo semejante retroceso. Pero claro, eso ya lo conté y además ese libro era mío, siempre pude tratar de superar ese rechazo. Con el de Clarise no pasó lo mismo, bastó con regresarlo a la biblioteca y olvidarme de él...
En esa búsqueda, por supuesto también di con transcripciones de Paul Auster y en especial de ese libro que pareció traumático durante mucho tiempo.
Va una cita que redondea esto:
Al final, el problema no era la pena. La pena era la primera causa
Paul Auster
El Palacio de la Luna
Y aún otra. La que prometí y nunca postée en aquel lejano post:
-Una voz transmitida eléctricamente no es una voz real -le dije-. Todos nos hemos acostumbrado a esos simulacros de nosotros mismos, pero cuando te paras a pensarlo, el teléfono es un instrumento de distorsión y fantasía. Es una comunicación entre fantasmas, las secreciones verbales de mentes sin cuerpo. Yo quiero ver a la persona con la que estoy hablando. Si no puedo verla, prefiero no hablar con ella.
Paul Auster
El Palacio de la Luna
Cita que explicaba como origen fidedigno de mi actual retraimiento, de mi casi cotidiano ánimo de no responder mails, meterme a listas de correo o ceder a la tentación del chat. Mi cuenta de teléfono no ha bajado gran cosa. Supongo que yo actualicé los elementos y cerré cierta parte del circuito comunicativo. A final de cuentas, en el fon hay rasgos, tonos de voz que hacen más humana la comunicación. Pero esto no pretende ser un texto contra chats, mails o demás; sólo es un debraye surgido de mis viejas libretas, de la sorpresa de encontrarlas, de los recuerdos de la parálisis por el dolor.
Hoy la historia se vive diferente, en el mismo cuadrante geográfico y literario, en la misma vida que ya corre por otras sendas, pese a los miedos.
Y no lo niego, me gustaría seguir debrayando en esta línea, monologando para ustedes, casi todos anónimos cibernautas de la internet, bloggers que también actualizan su cerebro en la internet; pero el pulso es mayor por volver a lo original, a esos escritos que voy construyendo, pese al oxido que viejas heridas impusieron.
See you soon you people behind the screen.
As soon as I'm used to.
Escrito en casa el 07.02.05 a las 13:15 hrs.
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