el dolor como inspiración
Pretextos siempre sobran para justificar la nula adición de renglones a este blog, para explicar por qué no se tuvo tiempo de redactar una memoria, reseñar un sentimiento.
Creo que en algún momento incluso pensé que bloguear me hacía perder el impulso vital, ese primer atisbo de que viene una obra, eso que te hace enfrentar la página y no abandonar hasta que sale algo retorcido que ya parece un cuento, un inicio de novela. Y que con el blog, la idea de soltar ideas inconexas, elucubraciones medianamente orientadas, debrayes a lo loco, todo eso que constituye la génesis de un trabajo de ficción, quedaba justificada, remediada en tres rápidas pinceladas... La ley del menor esfuerzo.
Y supongo que eso fue lo que me mantuvo apartado. Eso, aparte de las verdaderas excusas de tiempo copado por mi adeudo académico.
El caso es uno.
Después de mucho prometerme escribir en casa nuevos post, es hasta hoy, con el dolor, que lo hago. Que la necesidad de contar, de debrayar, queda establecida. Y vuelvo a actualizar mi cerebro en la internet.
Terrible, pero así van las cosas por esta vida.
Comentarios