de vez en vez a uno le da por cierta melancolía que parece surgir de ninguna parte... hasta que alguien, sin querer, te da una pista.
así andaba yo en estos días. melancólico, disperso... por eso los cero posteos, por eso hoy, también, amanecí con alergias en los dedos que me anuncian: "ponte a escribir, necesitas escribir"... y no precisamente en el blog... pero por algo se empieza...
en el caos no hay error, cantaba hace años, en esa ola que se llamó comercialmente "rock en tu idioma", Radio Futura... quizá esa sea una de las razones por las que nunca he querido atarme a esquemas, agendas y programaciones en el celular... cuando no hay itinerario definido, la noción de error tarda en hacerse patente...
vueltas y vueltas, orbitas alrededor de algo muy simple.
antier, platicando con Frank Loveland, supe del por qué de mi estado.
por la simple corroboración de estos ciclos vitales...
simple pero difícil de tragar...
algo así como una semana antes de las vacaciones, de la semana santa, me enteré tardíamente de la muerte de un querido amigo y maestro: Sergio Lira; maestro en literatura con quien tomé el seminario de Borges en los lejanos días de mis estudios de licenciatura... y quien más tarde sería también mi profesor en la maestría.
Sergio era una de esas almas bondadosas, dadivosas... un estudioso de la literatura que se especializó en Borges, aunque nos dejó leer poco de sus trabajos... esos que espero algún generoso amigo rescate de su escritorio...
supe de su muerte, quince días después, en un bar, en una plática que nada tenía que ver con la muerte, sino con la diversión... incluso la noticia de la muerte siempre resulta en exceso sorpresiva; por más anuncios que las enfermedades parezcan hacer... y esa sola noción de arribar tarde, se convirtió en una secreta molestia que supongo se agravó con la muerte de Clarke...
Sergio no es el primer amigo del que me entero tardíamente de su fallecimiento... y aunque a las claras sepamos que asistir a un funeral ya no hace una diferencia, al menos para ellos, persisten las tradiciones, ese sentimiento que va más unido a lo que uno necesita: esa obstinación por las despedidas... por cerrar el ciclo de manera adecuada... cosa que pocas veces logramos... cosa que preferimos encerrar en el baúl de los errores y pretender que en algún momento se desvanecerán de allí...
y así andaba, hasta antier, cuando con Frank Loveland surgió esa plática de amigos que lentamente ven desaparecer a sus amigos en el punto donde acaba el ciclo vital, en esa puerta que se abre y cierra en definitiva, una sola vez en la vida...
Frank le puso exégesis al sentimiento: la muerte, la enfermedad nos remite a ese límite donde todo proyecto pierde dimensión. sin futuro posible, cualquier proyecto es absurdo. el futuro es la esencia de todo proyecto...
y cuando los amigos se marchan, te dejan ese recordatorio sombrío... esa verdad que a veces queremos ocultar... esa incognoscible fecha de caducidad.
Dick, en alguna parte, decía que el mayor acto de piedad de Dios, es ocultarnos el momento, la fecha exacta de nuestra muerte. lo cito de memoria. lo cito porque hoy, vuelve a parecerme increíblemente verídico...
en fin... no hay mucho que agregar... o lo hay, pero en estos casos, las palabras tienden a repetirse, tienden a volverse cliché...
y aunque no baste, no sea suficiente, es imposible no decir: buen viaje Sergio... buen y fantástico viaje...
así andaba yo en estos días. melancólico, disperso... por eso los cero posteos, por eso hoy, también, amanecí con alergias en los dedos que me anuncian: "ponte a escribir, necesitas escribir"... y no precisamente en el blog... pero por algo se empieza...
en el caos no hay error, cantaba hace años, en esa ola que se llamó comercialmente "rock en tu idioma", Radio Futura... quizá esa sea una de las razones por las que nunca he querido atarme a esquemas, agendas y programaciones en el celular... cuando no hay itinerario definido, la noción de error tarda en hacerse patente...
vueltas y vueltas, orbitas alrededor de algo muy simple.
antier, platicando con Frank Loveland, supe del por qué de mi estado.
por la simple corroboración de estos ciclos vitales...
simple pero difícil de tragar...
algo así como una semana antes de las vacaciones, de la semana santa, me enteré tardíamente de la muerte de un querido amigo y maestro: Sergio Lira; maestro en literatura con quien tomé el seminario de Borges en los lejanos días de mis estudios de licenciatura... y quien más tarde sería también mi profesor en la maestría.
Sergio era una de esas almas bondadosas, dadivosas... un estudioso de la literatura que se especializó en Borges, aunque nos dejó leer poco de sus trabajos... esos que espero algún generoso amigo rescate de su escritorio...
supe de su muerte, quince días después, en un bar, en una plática que nada tenía que ver con la muerte, sino con la diversión... incluso la noticia de la muerte siempre resulta en exceso sorpresiva; por más anuncios que las enfermedades parezcan hacer... y esa sola noción de arribar tarde, se convirtió en una secreta molestia que supongo se agravó con la muerte de Clarke...
Sergio no es el primer amigo del que me entero tardíamente de su fallecimiento... y aunque a las claras sepamos que asistir a un funeral ya no hace una diferencia, al menos para ellos, persisten las tradiciones, ese sentimiento que va más unido a lo que uno necesita: esa obstinación por las despedidas... por cerrar el ciclo de manera adecuada... cosa que pocas veces logramos... cosa que preferimos encerrar en el baúl de los errores y pretender que en algún momento se desvanecerán de allí...
y así andaba, hasta antier, cuando con Frank Loveland surgió esa plática de amigos que lentamente ven desaparecer a sus amigos en el punto donde acaba el ciclo vital, en esa puerta que se abre y cierra en definitiva, una sola vez en la vida...
Frank le puso exégesis al sentimiento: la muerte, la enfermedad nos remite a ese límite donde todo proyecto pierde dimensión. sin futuro posible, cualquier proyecto es absurdo. el futuro es la esencia de todo proyecto...
y cuando los amigos se marchan, te dejan ese recordatorio sombrío... esa verdad que a veces queremos ocultar... esa incognoscible fecha de caducidad.
Dick, en alguna parte, decía que el mayor acto de piedad de Dios, es ocultarnos el momento, la fecha exacta de nuestra muerte. lo cito de memoria. lo cito porque hoy, vuelve a parecerme increíblemente verídico...
en fin... no hay mucho que agregar... o lo hay, pero en estos casos, las palabras tienden a repetirse, tienden a volverse cliché...
y aunque no baste, no sea suficiente, es imposible no decir: buen viaje Sergio... buen y fantástico viaje...
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