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¿procastinación o sobrecarga laboral?

¿qué me ha impedido entrar en este blog? en realidad, yo mismo.
la prueba es que desde antier, debido a la Influenza Porcina y las estrategias para su contención que incluyen la suspensión de labores escolares, pude haber posteado. pero...
resulta que mi cumpleaños está a la vuelta de la esquina, de la semana, y ese viejo e irredento ánimo supersticioso que aún me habita, no me ha dejado moverme con libertad.
una u otra cosa. accidentes, accesos, caos, todo ha contribuido a mantenerme alejado...
pese a la muerte de Ballard.
debería dedicarle un post. uno completo, amplio... pero, a decir verdad, creo que Ballard era uno de esos escasos escritores que no puedes resumir en pocas palabras, que no puedes estereotipar. ni siquiera a través de sus obsesiones. un autor completo, de no fácil lectura. uno que quizá podríamos definir como escritor para escritores. con él, como con Umberto Eco, solía pasarme que empezaba a leer algo y alguna escena en especial me hacía abandonar el libro y derivar, con mis propias alas por la panorámica propuesta. panorámica de atmósfera, de imagen o de ideas.
no puedo asegurar, como con Dick, que fuera un autor guía para mí. en todo caso su guía resultaba tan catalítica y confusa como la de Cortázar.
explico. La Primera Calle de la Soledad fue mi primera novela terminada y publicada, pero no el inicial intento. ya lo he comentado, El Sueño Eléctrico, mi primer cuento, también dio pie al nacimiento de un universo especial. uno que procuré extender a novela. escribí 150 páginas (o algo así, en verdad ya no lo recuerdo) demasiado constreñidas por las máximas universitarias que ponían el realismo crítico de Lukacs como el paradigma por excelencia. en ese tiempo, también leí La Playa Terminal de Ballard. súmese a aquello mi intento nada claro de manejarlo todo como obra policiaca... y podrá verse la clase de porquería que aquel esfuerzo supuso. un licuado sin sentido, en un molde Lukacs y aderezado con nostalgias a la Ballard. el texto se llamó desde el comienzo hasta el final El Sueño Terminal. jamás lo terminé, la autocrítica pudo más: de manera simbólica lo tiré a la basura. rescaté 3 pasajes que se transformaron en cuentos no muy buenos... pero fue mi práctica, mi novela laboratorio en que al fin entendí que debía dejar atrás muchas cosas. entre ellas la influencia de Ballard. al menos en mi escritura.
desde entonces lo he seguido leyendo. con pausas, con largos periodos de ausencia, pero sus imágenes siempre rondan por ahí, en el traspatio de la mente. la melancolía hecha paisaje, la astronaútica enfrentada a su propia ruina nada apocalíptica...
quizá en La Langosta, después, más tarde, haga un adecuado homenaje. quizás. por el momento esto sólo era para decir: the wolf is alive and well y en un viaje de dispersiones que espero acabe tras mi cumpleaños.

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